En República Dominicana el morbo social se alimenta del dolor ajeno

 



 Cuando aparece un video íntimo o un secreto expuesto, la gente se convierte en jurado implacable, olvidando que todos somos vulnerables. El caso reciente del diputado Brian Vargas lo confirma: un escándalo personal se convirtió en tema nacional, con burlas y juicios sumarios en redes sociales.


Sin embargo, aquí hay una verdad que no podemos ignorar: los tiempos cambiaron. La intimidad y las preferencias de cada quien deben ser respetadas. Nadie debería ser demeritado por un episodio de su vida personal. Tú puedes ser un gran trabajador, un buen padre, un esposo ejemplar, un funcionario comprometido y, aun así, atravesar una situación difícil o quedar expuesto en un momento de debilidad. Eso no borra tu valor ni tu entrega.


Por eso, expreso mi apoyo total al diputado Brian Vargas. Más allá de las habladurías, lo que debe prevalecer es el reconocimiento a la persona, al profesional y al ser humano que ha demostrado capacidad y compromiso. No se puede reducir la vida de alguien a un escándalo pasajero.


Este episodio nos recuerda algo fundamental: hoy criticamos al otro, mañana podemos ser nosotros. Nadie está exento. La dignidad no debe depender del apellido, del cargo o del estatus; debe ser un derecho humano básico.


Al fina la empatía no puede ser selectiva. O la practicamos siempre, o no existe. Y si exigimos respeto para los nuestros, también debemos darlo cuando el que cae no tiene poder ni apellido conocido.

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